En este asunto, Joe Biden no ha llevado la contraria a su antecesor: el 46º presidente de EE UU ha continuado con la política de desacoplamiento respecto a China iniciada por Donald Trump, cuyo objetivo es acabar con la dependencia de ese país en los sectores estratégicos. Las formas del demócrata son menos amenazadoras —el diálogo con Xi Jinping no se ha roto—, pero los medios para alcanzar dicho objetivo son más o menos los mismos: aumento de las tarifas arancelarias y limitación de las inversiones y de las subvenciones a la relocalización de empresas (sobre todo a través de la Inflation Reduction Act).
Para sustituir las importaciones procedentes del gigante asiático, Washington ha recurrido a Canadá y a México. Ambos países superaron a China en el primer semestre de 2023 y se han convertido en sus primeros socios comerciales.
Alternativa vietnamita
Paralelamente, EE UU está reforzando sus lazos con unos vecinos de China considerados más amistosos. Vietnam es el primer beneficiario de esa reorientación geopolítica. “El país ha creado en una década una industria de teléfonos portátiles. Entre 2010 y 2022, su porcentaje en el mercado mundial pasó del 0,6% al 12%”, subraya Sophie Wieviorka, economista de Crédit Agricole.
Sin embargo, aunque los vecinos de China tienen menores costes laborales, no disponen de su capacidad logística. “Las decisiones de localización de las empresas están, pues, dictadas más por lógicas geopolíticas que por razones económicas”, explica Wieviorka.
Además, los países del Indo-Pacífico que aumentan su comercio con EE UU son muy dependientes de China, que con frecuencia es su principal proveedor. Y esa dependencia tiene tendencia a acentuarse desde el año 2010. Frente a la dificultad para hacer el seguimiento del proceso de fabricación de todos los componentes de un producto, el desacoplamiento puede, finalmente, no ser sino una ilusión en las que las etiquetas Made in Vietnam ocultan unos bienes en parte chinos.
